En busca de una práctica feminista de la sexualidad

Traducción al español: Francisca Monti. Texto original en inglés de Wendy Stock

El movimiento feminista se encuentra, actualmente, en un profundo estado de división en relación a donde ubicar la sexualidad dentro de la práctica y la teoría feminista. Representando ambos extremos de la escala sobre la respuesta a la pornografía y la visión de la sexualidad se encuentran FACT (en español: grupo de trabajo anti censura feminista) y WAS (en español: mujeres en contra del sexo). Aunque yo adhiero más al análisis de WAS, considero que las posturas de ambos grupos generan limitaciones y descuidos teóricos. Soy una psicóloga clínica feminista especializada en la investigación y el tratamiento del área de la sexualidad.
El descuido más notable de la posición de FACT se encuentra en la aceptación tacita de la construcción actual de la sexualidad por parte del patriarcado, y la creencia de que las mujeres solo necesitamos “apropiarnos de nuestro pedazo de pastel” para alcanzar la liberación sexual (Gayle Rubin, 1984; Jessica Benjamin, 1983; Ellen Willis, 1983). Esta posición es similar a la de algunas feministas de clase media que creen que, mejorando el estatus social y económico de algunas mujeres, mientras que el sistema político actual queda intacto, se alcanzaría una sociedad justa.
WAS, en cambio, se posiciona erradamente en el extremo opuesto, asumiendo que toda práctica sexual que se realiza dentro del sistema patriarcal está construida bajo el mismo patriarcado. Este punto de vista, por definición, no permite la existencia de una visión o práctica sexual feminista, y asume el control absoluto de esta, por parte del patriarcado.
Ambos FACT y WAS creen que, actualmente, la construcción patriarcal de la sexualidad representa la totalidad de la misma, la cual debe ser adoptada con entusiasmo (FACT) o rechazada completamente (WAS). Las limitaciones de estos puntos de vista, respectivamente, indican ,por un lado, un análisis de la sexualidad dependiente de la cultura pero ignorando el contexto y, por otro lado, un análisis absolutista y estático del sexo. Lo que falta desarrollar es una mirada sobre la sexualidad que nos permita conseguir un cambio feminista, incluso antes de la caída del patriarcado. Esta práctica feminista de la sexualidad debe incorporar una crítica radical del sexo patriarcal y sobreponer la consciencia de las condiciones sexuales de subordinación a las que las mujeres están acostumbradas hoy en día.
Primero discutiremos la posición de FACT. Aceptando la idea de sexualidad que se tiene en la actualidad, sin critica de por medio, FACT se equivoca asumiendo que lo que se ve en el sexo actual, es la expresión natural de la sexualidad. Adherirse a este punto de vista significa que se ignora como el patriarcado ha moldeado y determinado la sexualidad mediante la erotización de la jerarquía del poder en todos los niveles de la sociedad. Ehrenreich et al., en “Rehaciendo el amor” erróneamente disocia el sexo de su contexto político: “ Para las mujeres, la igualdad sexual en relación a los hombres se ha convertido en una posibilidad, mientras que la igualdad económica y social permanece fuera de alcance” (B. Ehrenreich, E. Hess y G. Jacobs, 1987) Marx dijo que toda institución social refleja la distribución injusta del poder por la cual se caracteriza el capitalismo. Dentro del análisis feminista se encuentra la teoría de que todas las instituciones sociales, incluyendo la sexualidad, representan el poder que los hombres tienen por sobre las mujeres. Como lo señalo Catharine MacKinnon, el trabajo es al Marxismo, lo que la sexualidad es al Feminismo (Catharine MacKinnon, 1982).
Muchas mujeres se encuentran defendiendo y aceptando la noción patriarcal del sexo. Ellas creen que la erótica necesita de la relación desigual del poder, y que nuestros “guiones eróticos” son las expresiones de nuestros deseos infantiles frustrados (R. Stoller, 1979). Por lo tanto, todo erotismo es visto como si estuviera gobernado por la fantasía de la retribución, por un intento de restaurar el balance de poder, haciéndole a otros lo que se le ha hecho a uno mientras era un infante indefenso. El erotismo, desde esta posición, es definido como la promulgación de dominante o sumiso comportamiento sexual , que se producen de manera reiterada por sus supuestos efectos catárticos. Este modelo de sexualidad presupone a esta dinámica como innata y natural. Las mujeres que se autoproclaman feministas y adhieren a esta teoría creen que la manera de alcanzar la liberación de las mujeres es invirtiendo las posiciones de oprimido y opresor en las circunstancias sexuales. Como afirma Ehrenreich et all. “ La mujer que vive en los suburbios y se excita mientras mira a un hombre stripper está pagando para invertir la relación usual entre hombre y mujer, consumidor y objeto. En el extremo opuesto de este espectro cultural , un practicante del sadomasoquismo se enfrenta a una desigualdad social por encapsular esto en el drama de dominado y dominante (B. Erenreich et al., 1987). Convertirte en una dominatriz (en ingles dominatrix, es un concepto que se utiliza para referirse a la mujer que ejerce el rol de sádico en las relaciones sadomasoquistas) y asumiendo una posición de completo control por sobre su compañero sexual o “eligiendo” ser subordinada en el sexo, lo cual nos debería sacar de nuestra posición de víctima.
La advocación de las mujeres hacia el sexo patriarcal es parte del fenómeno de la identificación con el opresor, muy parecido a lo que les ocurre a los prisioneros con sus carceleros. Lenore Walker, en La Mujer Maltratada (The Battered Woman) ha observado que las mujeres que han sufrido maltratos a veces planean en momento en el cual sus abusos van a ocurrir con la intencionalidad de precipitarse a un episodio traumático (Lenore Walker, 1979). En una relación abusiva, se da por sentado que la violencia entrara en juego, y adelantándose a esta, se crea la ilusión de que la mujer está tomando el control de su situación. En una cultura en la cual la mayoría de las mujeres experimenta, mínimamente, una forma de agresión sexual (violación: 15-44%; abuso sexual infantil o incesto: 38%; abuso por parte de la pareja: 50%; acoso sexual: 88%), una cultura en la cual la violencia sexual esta naturalizada, las mujeres desarrollan mecanismos psicológicos para hacerle frente a esta inevitable violencia. Este fenómeno también puede explicar porque muchas mujeres se excitan con la idea de ser violadas. Cito una carta anónima que fue enviada a Off Our Backs, un diario feminista que reporta problemas culturales a escala nacional e internacional: “Si las mujeres fueran capaces de disfrutar ser violadas, esto significaría alcanzar algún tipo de dignidad e igualdad, y se convertiría en una fuente de poder. Yo veía el disfrute de la violación como una victoria por sobre los hombres, porque arruinaba sus intentos de lastimarme. Usualmente, cuando las mujeres parecen estar cediendo frente a la opresión en realidad están intentando adaptarse a la violencia y dominación masculina” (Anonymous, 1986).
Yo creo que este es el fenómeno al cual se refería Sheila Jeffreys cuando habla de que las mujeres aprendemos a sentir “placer” en nuestra propia subordinación. Tales fantasías pueden ser interpretadas como intentos de establecer una suerte de control subjetivo en relación a la amenaza o realidad de la coerción sexual. Las mujeres que disfrutan de la pornografía o las fantasías de violación no son rebeldes, como si afirmaba Ellen Willis (Ellen Willis, 1983); es más, son como esclavas que buscan adaptarse a lo que parece inevitable. Glorificando esta opresión interna como si fuera una celebración erótica utilizando términos erróneos como “rebelde”, es que FACT malinterpreta y perpetua la psicología del oprimido.
Cuando las mujeres defienden la pornografía y el sexo patriarcal con la idea de convertirlo en propio, están precipitándose a el abuso sexual de la misma manera que lo hacen las que se encuentran en relaciones violentas. No necesitamos definir nuestra liberación como la aceptación de la desigualdad erótica que tanto excita al patriarcado.
Las maneras aparentemente dicotómicas en las que FACT y WAS se ocupan de la sexualidad contienen una gran similitud con las reacciones de los sobrevivientes de incesto y abuso sexual infantil. Mientras que algunos desarrollan insuficiencias sexuales y evitan el sexo, otros reaccionan de manera opuesta, iniciándose en el sexo de manera indiscriminada, o hasta se convierten en prostitutas. Varios estudios han indicado que 50% de las prostitutas han sido abusadas sexualmente de pequeñas (J. James & J. Meyerding, 1977). La posición de FACT frente a la sexualidad parece representar este segundo caso, de manera que se identifican con el opresor y adoptan su punto de vista en relación al sexo. Siguiendo esta línea, los miembros de FACT intentan apropiarse del sexo pero no cuestionan la dinámica de oprimido-opresor. FACT parece creer en lo siguiente: “Esta bien, nos categorizan como malas mujeres, les mostraremos que tan malas podemos ser”. Irónicamente, este intento de autodefinición y rebelión en contra de la subordinación sexual es en realidad una aceptación de los paradigmas sexuales impuestos por el patriarcado. FACT ha perdido la habilidad de distinguir entre una idea de sexualidad que resulte positiva para las mujeres, y la noción patriarcal de lo que son las prácticas sexuales.
Otra respuesta que se le ha dado al incesto es, directamente, evitar las relaciones sexuales y no ser capaz de diferenciar entre una práctica de la sexualidad coercitiva y una no coercitiva. Sobrevivientes del incesto tienden a involucrarse en situaciones en donde son lastimados, sintiendo que es lo que se merecen o que ese abuso constante es algo inevitable cuando hablamos de relaciones sexuales. En los tratamientos, un periodo de celibato es recomendado a la mujer para que pueda curar sus heridas apropiadamente. WAS afirma que es necesario rechazar todo tipo de práctica sexual dentro de la estructura social actual ya que ninguna puede ocurrir fuera de el contexto de coerción ya sea implícita o explícitamente. Este grupo hace hincapié en la idea de que no podemos confiar en nuestros sentimientos, algo común entre los sobrevivientes del incesto. Es verdad que el patriarcado puede haber corroído nuestra capacidad de distinguir entre el sexo que es consensuado, mutuo e igualitario del que es violento y explotador.
Según WAS, nada bueno puede salir de cualquier práctica sexual que realizamos dentro del patriarcado. Si una adhiere a esta premisa, discutir sobre formas saludables de expresión sexual termina siendo irrelevante. Es esta afirmación la que constituye el mayor problema en relación a la position de WAS. En realidad, el patriarcado es desafiado de manera diaria. Mientras que las huelgas son tácticas efectivas a la hora de buscar la negociación de salarios y derechos, en relación al tema de la sexualidad, buscar alternativas creativas para el problema debería ser tratado con la misma importancia. Esto podría ocurrir gracias a un dialogo entre feministas, mientras se implementan, critican y reforman las prácticas sexuales.

Con el incesto aprendemos a no confiar, porque nuestra confianza ha sido cruelmente violada. También aprendemos a disociar nuestras experiencias carnales de todo acto sexual, y a separar el sexo de toda experiencia amorosa valida. De igual manera, el significado y práctica del sexo dentro del sistema patriarcal se ha vuelto sinónimo de subordinación. Desconfiando de nuestra capacidad de distinguir entre el sexo que es deseado y el que no, nos parecemos a los sobrevivientes de incesto, los cuales sufren de flashbacks muy escalofriantes en los cuales la división entre el pasado y el presente se torna borrosa. Sin embargo, con terapia, los sobrevivientes de incesto pueden llegar a diferenciar los abusos pasados de las experiencias del presente, lo cual les permite tomar control de sus vivencias sexuales y así elegir compañeros con los que se sienten seguros. Estos avances no se producen cuando se evita el sexo a toda costa. Estoy proponiendo la idea de que, independientemente de la sociedad imperfecta y misógina en la cual vivimos, la recuperación y el crecimiento son posibles, aun en el área sexual.
Al vivir dentro del patriarcado, este influencia todos los aspectos de nuestra vida, incluyendo la sexualidad. Cambiar esto no va a ser posible si nos abstraemos completamente de esta realidad. Lo que si podemos hacer es elegir abandonar esas relaciones individuales en las cuales se nos oprime y no podemos ejercer nuestra sexualidad sin el peso de la desigualdad.
Una característica de toda relación sexual es el peso de la desigualdad de género, la cual debe ser detectada y erradicada. Muchas veces abandonar vínculos es un acto de supervivencia. Otras veces, en cambio, no demandar un cambio es una manera de apoyar la privación de nuestros derechos. Demandar cambios en las instituciones y en las relaciones es crucial para comenzar a destruir al patriarcado.
Hay muchos otros ejemplos de cambios sociales que han sido implementados de manera exitosa a gran escala. Uno siendo la implementación de assertion training (una manera de enseñar a las personas a comunicarse con confianza y así conseguir lo que quieren sin molestar al resto), lo que permitió que se vea esto como una cualidad sana y normal en las mujeres. Este entrenamiento pretende ayudar a uno a identificar sus derechos básicos y a comprender su propia integridad. Aunque esto se dio en un contexto social de desigualdad de género en el que las limitaciones de esta práctica pueden ser varias, ha producido cambios significativos en los comportamientos individuales y colectivos de las mujeres. No fue necesario esperar una revolución para poder implementar este cambio.
Se reconocen comportamientos típicos de las personas que evitan el sexo, por ejemplo, contar historias no ciertas, cambiarse dentro del closet, quedarse despierta hasta que el compañero se duerma, y hasta hacerse ver fea a una misma. Esto ocurre ya que estas mujeres sienten que no pueden resistirse a tener relaciones sexuales cuando las mismas no son deseadas, o ya que siempre que se han negado se las ha castigado de manera física y verbal. En estos casos, el sexo no es el problema principal que se trata en terapia; se hace más hincapié en la idea de una mejor distribución del poder en la pareja y la ruptura del vínculo si el compañero se niega a aceptar el cambio. Algunas relaciones cuentan con el potencial para reconocer esta desigualdad y revertir la situación, con el objetivo de que la mujer pueda experimentar y descubrir lo que le da placer y así implementarlo a la pareja. Esta experiencia positiva ha sido rechazada por WAS ya que la consideran como una construcción del deseo bajo la imagen opresiva del patriarcado.
WAS se niega a reconocer la práctica feminista de la terapia sexual como fructífera y reconoce a los libros de auto ayuda sexual como pornografía. Esta descripción podría ser aplicada a varios libros excelentes que intentan ayudar a las mujeres con problemas sexuales, como por ejemplo Camino al Orgasmo (J. Heinman, L. LoPiccolo & J. LoPiccolo, 1976) y Para Uno Mismo (L. Barbach, 1975). Estos libros motivan la exploración y el descubrimiento de lo que la excita a una mujer en sentido individual. Los ejercicios que WAS categoriza como “masturbación ensayada” en realidad son sugerencias que pueden ayudar a la mujer a conocer el área vaginal de manera visual con la ayuda de un espejo y del tacto, para identificar las partes sexualmente sensibles. La meta de estos ejercicios es que la mujer sepa reconocer que es lo que realmente la complace y que su conocimiento sobre las cuestiones sexuales no dependan de su compañero. En ambos libros, el foco no está puesto en el orgasmo durante la relación sexual; en cambio, se focalizan en técnicas alternativas que se encuentran más asociadas con el disfrute del sexo por parte de las mujeres. Entre los libros más recientes se encuentran El Coraje de Sanar (E. Bass & L. Davis, 1988) e Incesto y Sexualidad ( W. Waltz & B. Holman, 1987), los cuales tratan problemáticas feministas y, también, maneras en las cuales los sobrevivientes del incesto pueden sentirse mas cómodas para contar sus experiencias, ya sea dentro o fuera de un contexto terapéutico. Este tipo de tratamiento representa una gran desviación del psicoanálisis de Freud, de los mitos sexuales de los 50 y de la manera patriarcal en la cual se define el sexo en general. Mientras estos cambios se están dando en un contexto de desigualdad de género, siguen existiendo partes del feminismo que están en su contra. Desde mi experiencia clínica puedo afirmar que los cambios que se han generado en las terapias sexuales feministas son empoderantes y bienvenidos.
Adoptando plenamente el modelo de sexo impuesto por los hombres y a creencia de que todo sexo es buen sexo o, por el contrario, evitando el sexo por la cuestión de que nuestra sexualidad está construida en base a la subordinación, estamos actuando en respuesta al patriarcado. Otras alternativas son posibles. El cambio social no surge de la nada misma; se va construyendo a partir de mutaciones sociales, de las cuales algunas son feministas y otras no. Necesitamos detectar estos elementos feministas y usarlos, descartando el resto en el proceso de redefinición de nuestra sexualidad con análisis, práctica y mas análisis. No necesitamos esperar, ni debemos esperar la revolución. No hemos esperado para cambiar los sistemas de los trabajos de la casa, del cuidado de los niños, no hemos esperado para crear grupos de mujeres organizadas para terminar con la pornografía, el abuso y la violación. Sheila Jeffreys hablo sobre compartir fantasías sexuales con otras feministas, incluyendo las que se trataban de violaciones, con el objetivo de examinarlas, entender su origen y, eventualmente, terminar con ellas. Un formato basado en la consciencia puede llegar a convertirse en una buena práctica feminista de la sexualidad.
Mi oposición apasionada hacia la pornografía y mi compromiso al movimiento anti pornográfico está motivado, no solo por mi enojo por las violaciones, el abuso y la subordinación sexual que los hombres ejercen en nuestra contra, sino también por la esperanza de que las mujeres podemos desarrollar nuestro propio modelo sexual basado en el intercambio de iguales y no en la dinámica de la sumisión y la dominación. Tanto FACT como WAS se posicionan dentro de miradas muy limitadas: FACT negando la posibilidad de una alternativa al sexo patriarcal y WAS afirmando que crear alternativas no es una manera de resistirse al patriarcado.
Todas las feministas somos fracasos sociales. Si el patriarcado funcionara de manera perfecta, no existiríamos. De alguna manera logramos ver los problemas y evadimos los intentos del patriarcado de lavarnos el cerebro. Consecuentemente, tenemos la habilidad de imaginar una nueva alternativa a la sexualidad, y esta en nuestras manos crearla. Debemos continuar con nuestros cuestionamientos y, a través de la teoría feminista, debemos desintoxicarnos de esta cultura que odia a las mujeres. Gracias a estas experiencias estamos formulando nuevas maneras de vivir. Deconstruir la sexualidad patriarcal y abstenernos del sexo patriarcal puede llegar a ser una etapa en la articulación y la creación de una sexualidad feminista, de la misma manera que los negros y las lesbianas decidieron hacer cuando se separaron de su contexto opresor para así definir de manera más eficaz sus movimientos. No nos podemos rendir en el tema de la sexualidad; no podemos ignorar esta problemática como si la misma fuera una abominación patriarcal.
Si nos negamos a nuestra propia sexualidad, estamos rindiéndonos frente a nuestra lucha contra el patriarcado, ya que estaríamos aceptando su versión del sexo. Debemos mantener una idea de lo que lo erótico puede llegar a ser. Para resistir la estructura social que nos quiere arrancar esta parte vital de nuestras vidas, debemos nutrir nuestra sexualidad con una consciencia crítica y feminista.