"Hacia una etica lesbiana creativa y atractiva" de Zicri Orellana

Una ética lesbiana creativa y atractiva*

Zicri Orellana Roja

Resumen

El presente documento intenta dar a conocer algunas ideas centrales sobre la ética lesbiana, que en América Latina, aún es un pensamiento poco explorado y conocido. Revisaremos críticamente la importancia del (auto) sacrificio como un valor inculcado a las mujeres, que las lesbianas no necesitan o simplemente rechazan. En contraste, uno de los valores centrales de las lesbianas radicaría en la creatividad, quienes se enfrentan a una situación donde no existe nada para ellas, por lo tanto, tienen la tarea de crear una existencia lésbica, que amerita creatividad. Así mismo, el texto revisa las ideas sobre el buenismo como otro ideal impuesto a las mujeres para que estás se comporten acorde a los ideales del hetero-patriarcado, del que también las lésbicas se escapan. Y finalmente, se revisarán los conceptos de affidamento, sororidad y continuum lesbiano, como propuestas centrales de la ética lésbica.

Palabras claves: Lesbiana. Auto-sacrificio. Creatividad. Mujeres. Patriarcado

Para comenzar

El siguiente texto intenta describir y analizar la ética lesbiana, descubriendo los principales debates de las escritoras, los desafíos y la propuesta ética de las lesbianas. Analizar y pensar en esta ética puede resultar un interesante ejercicio intelectual, sin embargo, considero que su riqueza radica en la propuesta de vida de un grupo de mujeres, como son las lesbianas.

En la búsqueda de pensar una ética lesbiana, y al revisar textos de las ya clásicas teóricas y pensadoras lésbicas feministas de América Latina, observo que el tema de la ética está presente en casi todas ellas, pero sin una profundidad al respecto, y sin espacios exclusivos para comprender y analizar cómo sería una ética lesbiana desde el sur de América. Por eso, para pensar en una ética lesbiana, decido buscar información en inglés para saber lo que hay sobre el tema. En esa búsqueda, fue grato encontrar un vasto desarrollo – al menos desde la década del 90, especialmente en Estados Unidos – realizado por teóricas lesbianas, varias de ellas filósofas, que se han dedicado a pensar y escribir la ética lesbiana.

Para intentar pensar una ética lesbiana desde el sur, primero voy a presentar brevemente lo que algunas pensadoras ya han escrito – las latinas y las estadounidenses – para hacernos una idea del panorama actual sobre el debate de las éticas lesbianas, y luego, desde ahí pensar en cómo se podría construir o consolidar una perspectiva de ética lésbica.

Para dar paso a este análisis, iniciaré esta propuesta señalando que entenderemos el lesbianismo como una propuesta teórica y política de cambio radical de la cultura patriarcal. Se trata de una apuesta que incorpora los saberes, las formas, la ética y las prácticas creadas colectivamente por lesbianas que cuestionan, critican y subvierten el orden de dominación heterosexual y patriarcal.

El lesbianismo como apuesta política, busca transformar la cultura hacia un estado de respeto por las diferencias; intenta subvertir el orden colonial de la sexualidad y promover relaciones de cuidado, cooperación y amor, especialmente entre mujeres. Se trata de una apuesta teórica y de vida, que identifica en detalle, cuáles son las construcciones ideológicas que han dificultado el desarrollo pleno de las mujeres, que viviendo en una cultura de dominación, las mantiene en relaciones de sometimiento, favoreciendo y sustentando una estructura que se apropia del cuerpo y la mente de las mujeres, haciéndoles creer que necesitan a los hombres y sus hijos en una relación de dominación naturalizada.

Todo este sistema basado en la pareja heterosexual y la familia nuclear que es considerada el núcleo básico de la sociedad occidental moderna ordena la vida social y cultural de una manera opresiva y jerárquica.

Asumiendo que el lesbianismo es una propuesta radical de comprensión de la vida cotidiana, que propone una forma otra de hacer la vida (afectiva, sexual y social); y que pone en riesgo la heterosexualidad, sabremos desde ya, que se trata de un pensamiento y acción en el que seguir pensando y profundizando entre lesbianas. Este es un aporte a la construcción del pensamiento, creado por una pensadora lesbiana.

Una ética lesbiana creativa y atractiva

La estadounidense Sara Hoagland1 es la autora más citada y reconocida en cuanto a Ética Lesbiana se refiere. Su libro más conocido es Éticas Lesbianas: hacia nuevos valores (Hoagland, 1988), donde afirma que lo que ella llama una ética lesbiana se centra en la activación y desarrollo de la integridad individual y la agencia en relación con otros.

Ella elige la integridad individual y la agencia como el núcleo de los valores de su sistema ético. Considera que los valores que han sido enseñados a las mujeres bajo un sistema opresivo y heterosexual, han sido el control, el razonamiento separado del sentimiento, una concepción de libertad que desmoraliza a la oprimida, y la competitividad. Pero sobre todo, los valores más importantes, o los que ella desarrolla con más detalle, son el altruismo y el autosacrificio, ambos construidos en oposición al egoísmo y siempre suponiendo que la persona enfrenta un conflicto de intereses.

Por eso, ella nos invita a criticar y revisar la idea de auto- sacrificio. Usualmente se asume que cuando se está frente a dos opciones, y se elige una de estas, las personas se quedan con la sensación de que se está perdiendo algo, es decir, que se está sacrificando una de las opciones.

Hoagland considera esto un pensamiento imperialista que desea poseer todo, muy típico de Estados Unidos y las naciones del llamado primer mundo, donde abunda el etnocentrismo, caracterizado por la idea de que todo gira a su alrededor y que todo está al servicio de estos. Esta sería una dimensión del auto sacrificio, que aparece cuando se debe optar por algo y desechar lo otro.

Pero también el auto sacrificio dice relación con que se sobrepongan a nuestra identidad y energía, otros individuos o instituciones con sus necesidades y valores, haciéndonos creer que son más importantes que los propios. Incluso, llegan a ser tan importantes, que muchas veces las mujeres ni siquiera identificarán sus propios valores y se regirán por aquellos que benefician al sostenimiento de la cultura patriarcal que aplasta los deseos de las mujeres.

Son estos valores del patriarcado los que amedrentan a las mujeres para que se den por vencidas, y ocupen sus esfuerzos en los intereses de otros, generalmente sus esposos, hijos y familiares. El auto sacrificio aparenta ser un sacrificio de autointerés, sin embargo, es bastante tramposo asumir esto cuando todavía las mujeres nos enfrentamos a limitadas opciones ofrecidas por una cultura impuesta. Ocurre entonces, que se simula que las mujeres buscan sus intereses y necesidades como si fueran propios, sin embargo, en una sociedad masculinista que ha definido los roles, deseos y necesidades de las mujeres, esto está lejos de ser transparente y honesto.

Por su parte, Hoagland (1997) señala que el auto sacrificio no es parte de los valores de las lesbianas, ya que en el lesbianismo, lo que realmente ocurre es el compromiso de crear todo de nuevo, más que elegir entre opciones. Las lesbianas no hemos tenido opciones, sino más bien hemos rechazado lo que se nos ha ofrecido en un sistema heterosexual. De este modo, nos enfrentamos a una situación donde no existe nada, sobre todo en contextos donde lo lésbico sigue siendo condenado socialmente.

Ante la ausencia de historia y de cultura lésbica, las lesbianas deben crear todo, eligiendo con mayor libertad qué se desea. Por lo tanto, en el lesbianismo hay elección, pero no sacrificio, pues lo que se abandona es porque no es del gusto de las lesbianas. Entonces, allí lo que hay, es un compromiso con algo que se desea crear y en el compromiso, no hay sacrificio. Reevaluar la elección es central en la ética lésbica. Elección como creación y no sacrificio, que se constituye en un recurso de poder, un poder que en vez de ser un sacrificio es un poder habilitante. Al reevaluar la elección evaluamos la agencia de las mujeres y así se da un proceso de compromiso y creación.

Desde lo lésbico pienso que hay otras formas de alcanzar la opción, señala Hoagland (1992). No hay nada de nosotras mismas, ni siquiera el servicio. Lo que existe y es lesbiano, es lo que hemos creado a partir de la nada. Lo lésbico existe porque nosotras lo hemos hecho acontecer. Hemos estado reclamando nuestra cultura y por eso, es que la opción es una posibilidad de creación. Todo lo que es lésbico existe solo porque nosotras lo hemos creado y así nos damos cuenta de lo poderoso que hay en la elección.

Al usar la categoría de lesbiana, nos encontramos con que la opción es la creación y no el sacrifico. Podemos reevaluar la agencia femenina, desarrollándola fuera de la manipulación y dominación de la heterosexualidad. La agencia femenina se convierte en un compromiso de creación y así se resguarda para hacer elecciones que sean una fuente de poder que habilite, y no algo que evite ni coarte.

De esta manera, Hoagland (1992) va pensando en la existencia lesbiana y en los problemas que aparecen para que las mujeres puedan desarrollar una agencia propia. En esto, identifica que todos los aprendizajes de las mujeres y especialmente aquellos referidos a la feminidad han sido construidos por la masculinidad (cuestión también desarrollada por Margarita Pisano), por lo tanto, las mujeres requieren desarrollar una agencia femenina propia y fuera de lo otorgado por la masculinidad.

Ahora bien, para desarrollar la agencia, las mujeres deben optar, pero requieren abandonar la idea de que, en la opción hay sacrificio, la que se ha presentado como una cuestión inevitable ante el ejercicio de la elección. Por eso, su invitación es a cuestionar la idea de auto sacrificio, viendo críticamente el contexto en el cual emerge. Las éticas modernas aplauden el servilismo, el control y la obediencia, toda vez que se trata de valores que mantienen el sistema en “orden”. Por eso, quienes aceptan y encarnan esta ética, son personas serviles y funcionales al sistema de dominación. En palabras de Pisano (1996), sería “la buenita” o “la regalona del patriarcado”, la que sigue reproduciendo este orden de sometimiento y dominación en contra de las mujeres.

Un segundo problema que identifica Hoagland es la construcción de la comunidad, que sería difícil de crear entre mujeres, debido a que estas han aprendido a depender de los hombres, los que son, por cierto, independientes. Este problema también lo vio Simone de Beauvoir (2013: 21-22)

“La acción de las mujeres no ha sido jamás sino una agitación simbólica, y no han obtenido más que lo que los hombres han tenido a bien otorgarles; no han tomado nada: simplemente han recibido [….] viven dispersas entre los hombres, atadas por el medio ambiente, el trabajo, los intereses económicos, la condición social, a ciertos hombres –padre o marido- más estrechamente que a las demás mujeres [….] la mujer ni siquiera en sueños puede exterminar a los varones. El vínculo que la une a sus opresores no es comparable a ningún otro”.

Hoagland (1997) señala que las lesbianas hemos buscado estar ente nosotras y hemos evitado el aislamiento. De esta manera, podemos ir creando comunidad y el contexto otorgará nuevos significados lésbicos. Si no hay contexto lésbico, no hay comunidad lésbica y tampoco significados que emerjan.

De hecho, una de las consecuencias de la heterosexualidad, es hacer desaparecer los conceptos lésbicos, debido a la coerción que se levanta ante las lesbianas. Cuando no priorizamos la existencia lésbica, estamos atentando en contra de los esfuerzos de las lesbianas que han tomado la visibilidad como un acto político, y en el fondo, estamos haciendo lo mismo que han hecho los hombres, que nos han borrado de la historia y del presente. Esta censura se da como respuesta al riesgo, que implica la emergencia de significados lésbicos (en contextos lésbicos) que cuestionan rotundamente las construcciones de la heterosexualidad. Por ello, será esperable que la respuesta heterosexual ante la amenaza del lesbianismo, sea intentar borrar o impedir la emergencia de lo lésbico. Luego entonces, cabe preguntarse qué hacer frente a este escenario.

Finalmente, Sara Hoagland (1997), señala que para ser agentes morales tenemos que ser libres, tener voluntad, libertad de voluntad. La comunidad en ese sentido, se configura en un espacio donde la diferencia ofrece la posibilidad de alcanzar nuevas y diferentes éticas que surjan de escenarios de mayor libertad.

Y esto tiene relación con lo que valora Marilyn Frye (1990) en el texto Una respuesta a la ética lésbica, donde la autora aplaude a Hoagland porque se aleja de la comprensión de la ética que incentiva a que las mujeres sean buenas y actúen correctamente. De hecho, Frye (1990) señala que las buenas son las ciudadanas que aceptan someterse al sistema de dominación de raza y clase.

Esto es similar a lo que ya ha planteado Pisano en su texto Niñas buenas y niñas malas (1996). Claudia Card (en Hoagland, 1997) también alude a este tema cuando señala que las mujeres buscan la aprobación de los hombres, lo que va de la mano con la obediencia a estos. Señala esto, a propósito de su crítica a Carol Gilligan2, puesto que, según Card, esta no considera la opresión en la cual viven las mujeres y el daño que esta opresión les ha provocado, lo cual evidentemente influye en la preocupación que estas tendrían por los otros, por el cuidado de otros y en definitiva por una ética del cuidado. En otras palabras, la tendencia moral de estar preocupadas por otros, sería fruto del daño moral que han sufrido las mujeres en un sistema creado por los hombres, quienes han diseñado lo femenino como funcional a las necesidades de estos (Hoagland, 1997).

Esto último podría ser compensado por lo que algunas feministas han llamado una ética del cuidado entre mujeres. Las feministas italianas lo han llamado affidamento y consiste en una práctica de confianza, de lealtad, compromiso y cuidado mutuo entre mujeres. Es una práctica de libertad inaudita, en la medida en que se construye en oposición a la ley del padre que exige, a cambio de cuidado y protección, la desvinculación, la sospecha y la desidentificación entre las mujeres.

El affidamento sería entonces el acto a través del cual las mujeres se pueden encontrar con la otra igual o parecida en la opresión, y construir lazos de amor y solidaridad, lo cual en definitiva desestabilizará el orden del padre (Espinosa, 2007). En América Latina, las feministas han ocupado el concepto de sororidad, en francés sororité proveniente del latín sor que significa hermana.

Este concepto ha sido trabajado ampliamente por Marcela Lagarde (2006) en América Latina y se reconoce como una experiencia de las mujeres, que conduce a la búsqueda de relaciones de solidaridad y amor entre mujeres, en una alianza existencial y política, cuerpo a cuerpo con otras mujeres, para contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas las formas de opresión, y al apoyo mutuo para lograr mayor poder en las mujeres.

Desde las lesbianas, Adrienne Rich (1985) también pensó en un concepto de similares características, continuum lesbiano, que alude a una práctica de relaciones entre mujeres sin la presencia masculina y fuera del marco de la heterosexualidad obligatoria. Integra una gama de experiencias ginocéntricas (identificación con los intereses de las mujeres como género); no simplemente el hecho de que una mujer haya tenido o deseado conscientemente tener experiencias sexuales con otra mujer.

Se pueden incorporar muchas formas de intensidad primaria entre mujeres, incluyendo el compartir una vida interior rica, la formación de lazos de defensa de la tiranía masculina, el dar y recibir apoyo práctico y político; entre otras. En definitiva, el lesbianismo es una práctica desobediente de la fidelidad a los hombres, de experiencias de amor y amistad profunda entre mujeres, donde aprendemos a crear lazos por fuera de la heterosexualidad.

Puntos de encuentro entre las éticas lésbicas

Tanto en el norte como en el sur, las éticas lesbianas coinciden en varios puntos y resulta interesante ver cómo se van encontrando desde diferentes latitudes las reflexiones de lesbianas feministas sobre lo que entendemos como ética lesbiana.

Lo primero que podemos destacar como punto en común entre autoras, es la imposición moral a las mujeres para ser buenas y que, Margarita Pisano ha conceptualizado como el buenismo, el cual es coincidente con lo que han señalado las escritoras del norte relativo a la moral. Pisano (1996) dedica varias páginas para referirse a “las niñas buenas, niñas malas” donde afirma que:

“[…] en el rol de niña mala las mujeres están mucho más expresadas, creativas, libres; más conectadas con lo que sienten, incluso con sus malos sentimientos. Como buenas son” obedientes, miedosas, esconden lo que sienten. Obviamente, como buenas no lo pasan bien y como malas se acercan mucho más a la libertad: trepan árboles, desobedecen, siguen impulsos, miran el mundo […]”Pisano (1996: 51)

Ahora bien, Pisano parte de la base que estamos en presencia de una moral binaria de lo bueno y lo malo. Reconoce que esta moral vigente no nos pertenece a las mujeres y por lo mismo se nos ha relegado a asumir los roles considerados inferiores, propios de una cultura de dominación. La lógica del dominio establece además la obligación de relacionarse entre dominados y dominadores con amor, lo que constituye una contradicción tan profunda que es uno de los puntos de mayor inmoralidad; tan inmoral que propone la violencia para que funcione. De hecho, para relacionarnos, esta moral apela al deber de amar a los otros,

“[…] a ser buenitas, ayudar y sufrir con los demás, es el reino de la crucifixión, de los buenos sentimientos: las víctimas y el salvador”. (Pisano, 1996: 54)

Esta idea del buenismo es totalmente coincidente con lo que plantea Hoagland y Frye al indicar que las mujeres debemos renunciar a las ideas de cómo comportarnos de manera acorde al funcionamiento del hetero-patriarcado, que nos conduce a ser buenas en la relación con los demás. Esto constituye una crítica importante a los aportes de Gilligan que reconoce el desarrollo moral de las mujeres en relación a prácticas de cuidado hacia los demás.

De hecho, es Claudia Card quien realiza una crítica radical a lo planteado por Gilligan por no reconocer que este “condicionamiento” ético de ayuda a los demás, está construido en un mundo heteropatriarcal de dominación, que nos ha conducido a sentir y creer que debemos estar en relación a otros, especialmente en relación de dependencia y ayuda a nuestros dominadores.

En otras reflexiones, pero relacionado con el buenismo, Audre Lorde (1984) en su clásico ensayo Las herramientas del amo nunca desmontan la casa del amo reconoce que una estrategia del dominador es mantener ocupadas a las dominadas con las preocupaciones de estos:

“Todos los opresores se han valido siempre de esta arma básica: mantener ocupados a los oprimidos con las preocupaciones del amo. Ahora se nos dice que corresponde a las mujeres de color educar a las mujeres blancas, afrontando su tremenda resistencia y enseñarles a reconocer nuestra existencia, nuestras diferencias y nuestros respectivos papeles en la lucha conjunta por la supervivencia. Lo cual es una manera de desviar nuestras energías y una lamentable repetición del pensamiento racista patriarcal”. (Lorde, 1984: 119-120).

Ahora bien, si pensamos en un ejercicio pensante y actuante, que reconozca una ética lesbiana, tendríamos primero que ser capaces de identificar cómo la moral vigente tiene atrapadas a las mujeres en ideas que no han sido elegidas en libertad, donde han internalizado la idea del sacrificio (partiendo por la maternidad sacrificial que siempre las madres enrostran a sus hijos cuando estos no responden a sus expectativas) y su valoración como una elección hecha en favor de otros (generalmente hijos y esposos).

Se trata de un escenario desfavorable para las mujeres, de tal manera, que no permite que ellas puedan elegir en conciencia plena de sus deseos, qué es lo que realmente quieren hacer con sus vidas. En una cultura opresora con las mujeres, al menos debemos desconfiar de las alternativas que se nos presentan desde fuera para “mejorar nuestra calidad de vida”.

En América Latina, se ha hecho toda una promoción del sacrificio y más aún del auto sacrificio, representado a través de la virgen maría y todas las mujeres santificadas que siempre se han postergado por otros. Sonia Montecino (2010), en su libro Madres y huachos, realiza un vasto análisis de las construcciones de género en el contexto de la colonización que imponen un ideario de madre sacrificada, basada en el modelo de la virgen.

La religión, en nuestro caso el judeocristianismo, ha sido el principal responsable de la promoción del auto sacrificio en las mujeres, haciéndoles creer que se trata de una opción que ellas han tomado en conciencia, cuando en realidad no existe el auto sacrificio por propio interés. Ha sido la masculinidad, en tanto creadora de la feminidad, la que nos ha hecho creer que enfrentamos algunas opciones entre las cuales podemos elegir, pero siempre sacrificando algo.

El mundo intelectual, social y crítico, que trabaja para promover (sus) consciencias, para liberar (se), problematizar (se), resignificar (se); debiese evaluar todos estos actos en relación a la vida y situación de las mujeres, para desde ahí, ver hacia donde caminar de manera posicionada en el mundo. Si el pensamiento intelectual, los movimientos sociales y las teorías críticas, son indiferentes a la ideología dominante hetero-patriarcal, y no reconocen todas las implicancias y consecuencias que este sistema genera en las mujeres que constituimos más de la mitad de la población mundial, entonces estarán muy lejos de realizar un aporte concreto al bienestar profundo de estas y se quedarán en la superficie del problema, psicologizando la dominación y su sistema de subordinación subjetiva.

No se puede hacer caso omiso a la ideología de la vida cotidiana que sostiene la precaria salud mental de las mujeres y una calidad de vida marcada por la depresión, la violencia de género, el abuso sexual, la feminización del vih/sida (transmitido por parejas estables), los femicidios, la prostitución, el aborto clandestino, la trata de mujeres, entre otros indicadores ya clásicos de la situación de vida de las mujeres y las niñas en América Latina.

Para lograr aportar en construcciones transformadoras del mundo, ya sea desde la actuancia3 del mundo intelectual, de los movimientos sociales, del movimiento de mujeres; se debiese al menos, partir reconociendo la existencia de un sistema de exterminio a los cuerpos de las mujeres que nos sigue sometiendo al sacrificio como un valor admirable que se acepta pasivamente.

Un segundo tema a abordar en relación a la ética lesbiana, dice relación con la necesidad de identificar el escenario en el cual se ha construido la ética dominante al servicio de los intereses masculinistas y heteropatriarcales. Si la ética consiste en atender a los juicios morales que nos permiten evaluar situaciones y comportamientos ajenos o propios (Blackburn, 2006), es necesario tener conciencia del contexto en el cual se despliegan estos comportamientos, cuál es la cultura a la base y las ideologías dominantes o presentes en dicho escenario.

Lo que han dicho las escritoras, es que este escenario ha sido construido por los hombres para sostener y perpetuar el sistema heterosexista y patriarcal que mantiene una relación de dominación entre opresores y oprimidas. En este escenario social, los hombres han construido la feminidad para que las mujeres nos “desarrollemos”, pero siempre en función de los intereses de estos.

Por eso, Pisano ha sido muy crítica con la feminidad y ha llegado a sostener que

“la feminidad no es un espacio autónomo con posibilidades de igualdad, de autogestión o de independencia; es una construcción simbólica y valórica diseñada por la masculinidad y contenida en ella como parte integrante” (Pisano, 2001: 21).

Hoagland señala algo similar respecto de la feminidad, y reconoce un grave problema en esta, al constituir un modelo que se perpetúa y del cual existe escasa conciencia. Aparece este tema dentro de las éticas lesbianas, pues han sido precisamente las lesbianas feministas las que han criticado, renegado y rechazado el espacio de la feminidad como lugar de construcción y de vida. Es probable que por lo mismo, las lesbianas sigan siendo relegadas a espacios de marginalidad e invisibilidad, a diferencia de los homosexuales que en tanto hombres, gozan de más visibilidad y respeto.4

Esta invisibilidad puede ser el castigo que impone el hetero-patriarcado a cualquier mujer que se escape de la feminidad. Beatriz Gimeno, activista lesbiana, actual diputada y académica española, afirma que el espacio asignado a las lesbianas tampoco ha sido construido por estas y no está pensado como lugar de liberación. Ha sido un lugar de castigo y exclusión inventado por el patriarcado, precisamente por no cumplir con el mandato del rol femenino y en definitiva de la feminidad. Señala al respecto que

“[…] mientras los gays eran expulsados (en caso de que lo fueran) de un mundo del que eran los dueños, las mujeres eran expulsadas de un mundo en el que eran las siervas. Lo que para unos era un castigo, para las otras, dado el lugar que (todas) las mujeres ocupaban y ocupan en la sociedad patriarcal, podía, y aún puede, ser vivido como una liberación”. (Gimeno, 2005: 25)

Entonces, si vemos el escenario en el cual se construyen las éticas de la dominación y el control, no nos queda más remedio que reinventar una ética que esté fuera, o al margen del modelo heteropatriarcal. Habría que abandonar la feminidad en tanto construcción simbólica, con todos sus valores femeninos como son el cuidado por los otros, la solidaridad y el altruismo hacia todo el mundo, la delicadeza, el silencio, la debilidad emocional, la inocencia, la pasividad, entre las principales. Escapar de este modelo al que hemos obedecido fielmente y que tan bien instalado está en nuestros cuerpos, de tal manera que llegamos a creer que es parte de nuestra identidad (Pisano, 2001).

En este sentido, los movimientos sociales, especialmente el movimiento de mujeres, o aquellas profesionales con una mirada situada, pueden aportar muchísimo en su trabajo con mujeres. Trabajar para abandonar la feminidad y resaltar los valores que han identificado las disidentes del heteropatriarcado: la sororidad, el affidamento, el continuum lesbiano.

Se puede aportar desde una ética lésbica para facilitar el encuentro entre mujeres y borrar la competencia, la envidia y la rivalidad entre mujeres que, finalmente es lo que permite mantenernos separadas para sostener un sistema de dominación heterosexual. Un trabajo de liberación del hetero-patriarcado, para avanzar hacia la construcción de valores más propios, elegidos en mayor libertad y sin sacrificio.

Como último tema a destacar, y derivado de los puntos en común con las autoras, quiero señalar que este escenario al que llegan las lesbianas cuando deben enfrentar un mundo donde lo lésbico no existe y/o es considerado indeseable y por tanto, sin derechos5, las lesbianas enfrentamos la posibilidad de la creación a partir de la nada.

Radica aquí – en la posibilidad de la creatividad – una fisura del sistema heteropatriarcal que intenta relegarnos a la marginalidad. Las lesbianas resignificamos, nos apropiamos y decidimos crear un nuevo orden civilizatorio, como lo propone Pisano.

Hoagland también reconoce la posibilidad de la creación y es más, afirma que en vez de asumir el sacrificio, las lesbianas asumimos la creación de todo lo que se nos ocurra. Resulta gratificante pensar en una práctica que invente todo de nuevo y que incluya una nueva ética a partir de las relaciones que se dan entre las lesbianas que estamos inventando un nuevo mundo.

Para esto, es indispensable el encuentro colectivo y comunitario entre lesbianas. En Chile, enfrentamos una diferencia entre las lesbianas del norte y del sur del continente, ya que en Estados Unidos, las lesbianas gozan de mayores espacios de encuentro. En Chile existen escasos espacios de creación colectiva de lesbianas y lesbianas feministas. Me atrevo a sostener que están en proceso de gestación y que básicamente se remiten a los bares lésbicos, colectivos políticos de lesbianas feministas y grupos de amigas lesbianas.

Este escenario todavía incipiente, puede ofrecernos una posibilidad más cierta de crear. Sobre todo de crear nuestra ética de lesbianas y de mujeres al margen de la heterosexualidad obligatoria, del heteropatriarcado y de la feminidad. Y crear una ética basada en ideas compartidas por las lésbicas artistas, feministas, públicas, activistas, pensadoras, escritoras.

Hasta ahora sabemos que algunas de esas ideas comunes son el respeto a las diferencias, el amor, la afectividad, la sororidad, el erotismo, la palabra, la honestidad. En Chile existen algunas propuestas con las lesbianas organizadas en el sur de Chile. Existe el programa radial-comunitario Las Malas Lenguas, la banda de música lésbica y feminista Segundo Patio en Temuco; la casa Shakti en Concepción con una apuesta terapéutica y de formación sólo para mujeres; una casa okupa en Valparaíso llamada Las Brujas, la Línea Aborto Chile liderada por lesbianas feministas.

En Argentina también existen lesbianas organizadas como las de la Línea Aborto más información, menos riesgos; en Bahía-Brasil existen diversos grupos de lesbianas organizadas que se han reunido en torno al Encuentro de Lesbianas y Mujeres Bisexuales (Enlesbi), las que por cierto dan gran relevancia a la cuestión racial.

Las experiencias que están teniendo los grupos de lesbianas públicas, en el activismo, en el arte, en la música, en la escritura, ya están dando algunas pistas para la construcción de éticas lésbicas que puedan estar en mayor coherencia con la vida que las mujeres y las lesbianas deseamos honestamente, fuera de la feminidad, fuera del patriarcado y sus mandatos sexistas. Precisamos ir pensando conscientemente qué queremos y cómo lo queremos, para diseñar una vida que nos guste a muchas.

Concluyendo

A partir de lo analizado, considero que resulta, por lo menos necesario, un mayor desarrollo de pensamiento sobre ética lésbica y ética de mujeres, que vaya alejada de las concepciones patriarcales que siguen alimentando el valor de la feminidad, reinstalando ideas, valores y comportamientos que oprimen a las mujeres de diversas formas, material y simbólicamente.

Este análisis puede dar algunas pistas e impulsar otras y nuevas reflexiones sobre cómo una ética lésbica puede proporcionar a las mujeres unas posibilidades más creativas de vivir, más conectadas con los propios deseos. Una práctica ética interesada en las mujeres, intentará que estas se apropien primero de sus experiencias, que las vean y signifiquen emocional y corporalmente.

Para esto, es preciso que las mujeres y las lésbicas pongamos en cuestión los aprendizajes que hemos recibido pasivamente. Sentir la incomodidad que estas ideas y valores puedan estar generando. Y para sentir la incomodidad es prioritaria una consciencia de cuerpo que es otro trabajo de recuperación que tenemos que hacer las mujeres para conectar con las sensaciones y deseos.

][Sin embargo, como no se trata de algo lineal, junto a la conciencia del cuerpo, tendría que haber también una conciencia de que es posible vivir de otras maneras, que vayan más allá de las tradicionales formas de estar en el mundo que ofrece esta sociedad moderna.

También una ética lésbica puede contribuir a pensar y crear conversaciones, reflexiones y acciones que vayan caminando a la construcción creativa para el cumplimiento de nuestros deseos. Así, podemos desde ya comenzar a analizar si vivimos en nuestros deseos o si estamos actuando obedientemente a lo que se nos dijo que debíamos ser, desear y hacer. Este es una condición fundamental para crear una ética más propia, alejada de los valores de la feminidad, del autosacrificio y la obediencia.

Avanzar hacia unos valores que otras pensadoras y actoras sociales han ensayado, como son el affidamento, la sororidad y el continumm lesbiano, de tal manera que sea posible una vida y una ética respetuosa de una existencia para las mujeres cada vez más lesbiana.

Referencias bibliográficas

Beauvoir, Simone. 2013. El segundo sexo. Buenos Aires: Debolsillo

Balckburn, Pierre. 2006. La ética. Fundamentos y problemáticas contemporáneas. México: Fondo de cultura económica.

Espinosa, Yuderkys. 2007. Escritos de una lesbiana oscura. Buenos Aires: en la frontera.

Fascioli, Ana. 2010. Ética del cuidado y ética de la justicia en la teoría moral de Carol Gilligan. Revista Actio, 12, 41-57

Gimeno, Beatriz. 2005. Historia y análisis político de lesbianismo. España: Gedisa.

Hoagland, Sara. 1988. Lesbian ethics: toward new values. Bat-Ami Bar on ethics 102 (3), 673-675.

Hoagland, Sara. 1992. Why lesbian ethics?. Hypatia, 7 (4), 195-206.

Hoagland, Sara. 1997. Lesbian Ethics and Female Agency. Journal of Lesbian Studies, 1:2, 195-208, DOI: 10.1300/J155v01n02_04

Frye, Marilyn. 1990. A response to lesbian ethics. Hypatia, 5 (3), 132-137

Lagarde, Marcela. 10 de octubre, 2006. Ponencia: Pacto entre mujeres sororidad. Disponible en www.lrmcidii.org/wp-content/uploads/201...

Lorde, Audre. 1894. Las herramientas del amo nunca desmontan la casa del amo. En La hermana, la extranjera. Madrid: horas y Horas.

Lugones, María. 1990. Hispaneando y lesbiando: on Sara Hoagland’s Lesbian ethics. Hypatia,5 (3), 138-146

Montencino, Sonia. 2010. Madres y huachos. Santiago: Catalonia.

Pisano, Margarita. 1996. Un cierto desparpajo. Santiago: Número crítico.

Pisano, Margarita. 2001. El triunfo de la masculinidad. Santiago: Surada.

Pisano, Margarita. 2012. Julia quiero que seas feliz. Santiago: Revolucionarias

Rich, Adrianne. 1985. La heterosexualidad obligatoria y la existencia lesbiana. Revista Nosotras que nos queremos tanto. (3) 4-36

Nota Biográfica:

Zicri Orellana Rojas. Psicóloga, Magíster en Psicología Comunitaria. Doctora © en Estudios Americanos. Activista del Movimiento de lesbianas autónomas de América Latina. Es Instructora de Kundalini Yoga, terapeuta y creadora de Shakti Formación y Autocuidado, un centro terapéutico exclusivo para mujeres. Es parte de una comunidad y colectiva de Existencia y Cultura lesbiana, en la ciudad de Concepción, al sur de Chile.

Notas

1 Sara Hoagland es Profesora de Filosofía y de Estudios de las Mujeres en la Universidad Northeastern Illinois en Chicago. Su libro más reconocido es Éticas Lesbianas: hacia un nuevo valor (1988). Fue co-editora del libro Sólo para lesbianas: una antología separatista (1988).

2 Gilligan generó toda una revolución científica de la psicología moral, porque su propuesta constituye un cambio de paradigma frente a lo que propone Kohlberg en su teoría de desarrollo moral, elaborada a partir de una investigación con niños y adolescentes varones. Gilligan elabora su propia teoría moral basada en las mujeres, identificando como ejes fundamentales el cuidado y la responsabilidad. Fascioli, A. (2010). Ética del cuidado y ética de la justicia en la teoría moral de Carol Gilligan. Revista Actio, 12, 41-57

3 Margarita Pisano crea el concepto actuancia para usarlo en vez de militancia (que alude a lo militar y a la cultura patriarcal). La considera una necesidad y una responsabilidad para crear un poder transformador que afecte al imaginario colectivo. Esta actuancia feminista nos saca de la pasividad de la masa. En la actuancia se puede construir la amistad política entre mujeres que deconstruya, a su vez, la misoginia y la traición entre mujeres. (Pisano, 2001)

4 Me atrevo a sostener esto porque al menos en Chile, la visibilidad y valoración homosexual está mucho más presente que el lesbianismo, al menos en los medios de comunicación masivos, en la política y en la academia. Algunos ejemplos son Rolando Jiménez (político y activista del Movimiento de Liberación Homosexual MOVILH), Javier Parada (activista y reciente concejal por la comuna de Providencia), Luis Larraín y Pablo Simonetti (Presidente y expresidente de la Fundación Iguales), Jaime Barrientos (Académico de la Universidad Católica del Norte donde investiga temas de homosexualidad), Claudio Arriagada (diputado DC), Cristian Cuevas (político, sindicalista y ex dirigente de trabajadores del cobre, ex agregado laboral en la diplomacia Chile-España y ex comunista), Víctor Hugo Robles, llamado El che de los gays, quien publicó el libro El diario del Che gay en Chile y Bandera hueca: historia del movimiento homosexual en Chile; entre otros.

5 Por ejemplo, el lesbianismo sigue siendo abordado de manera discriminatoria en liceos y escuelas; en consultorios y centros de salud se asume que todas las mujeres son heterosexuales, no existiendo protocolos de atención para lesbianas; menos derechos tienen a la fertilización asistida o a la adopción de niños/as; no existe ni siquiera la libertad de nombrarse públicamente lesbiana pues suele considerarse de mal gusto e innecesario; y en definitiva se enfrentan a un límite que es impuesto por la sociedad heterosexual para impedir un mayor desarrollo en libertad de las lesbianas.

*"O presente artigo é parte da pesquisa doutoral Cosmovisión Lesbiana: Experiencias, desafíos y propuestas de lesbianas artistas y lesbianas activistas de Chile y Brasil".

  • Gracias a Carla Galaz Souza que me ayudó en las lecturas del inglés haciendo labor de traductora.
   

gracias zicri por ponerme al dîa… ética-poética actuar la lesbica, la lesbiana ontológica q frustra el patriarcado y la misoginia